CORINA BRUNI Un niño sediento y muerto de hambre, llegó una mañana de un brumoso mayo, a orillas de un árido cráter volcánico. Tomó asiento el niño sobre una alta roca, e imploró a los cielos algún refrigerio. Atenta y conciente, lo escuchó una nube, y pidió permiso de volverse lluvia. Refrescó la lluvia al sediento niño; pero éste aún hambriento y lleno de miedo, se sintió muy solo en aquel desierto, y entonces lloró con gran desconsuelo. Sus preciosas lágrimas rodaron al suelo, cual gemas caídas de un mágico vuelo. Y ya confundidas con la fresca lluvia, inundaron el cráter volcánico. Se formó allí un lago, un hermoso lago. Al verlo nuestro héroe salto de contento ante tal prodigio y, maravillado, deseó navegar en barca o en balsa; más no había balsa ni playa . Pensó el niño entonces: “Lo que deseo, podría agradarle a la demás gente". Y de nuevo quiso pedir algo al cielo, más no para sí, sino para el lago. Arri
Literatura y Cultura Salvadoreña