La cárcel hace todo lo posible por doler: es la húmeda tumba de los días más solos; el odio a cuatro muros sin hiedra en que se prenda la sonrisa; es la cruel, muerta mano que introduce sus múltiples dedos azules por los poros para llevarnos su fría suciedad hasta donde estaría el alma; es la noche de hierro que nos cae de pronto; el pozo sin estrellas donde se olvida hasta el olvido, donde el silencio suena como un duro tambor desesperante. Pero hasta la cárcel puede llegar a amarse, cuando uno tiene suficiente corazón... ROQUE DALTON FUENTE: Dalton, Roque. (1980). La ventana en el rostro. San Salvador: Editorial Universitaria
Literatura y Cultura Salvadoreña