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Mostrando entradas de julio 23, 2013

La Siguanaba

La Siguanaba Por Miguel Ángel Espino Alta, seca. Sus uñas largas y sus dientes salidos, su piel terrosa y arrugada le dan un aspecto espantoso. Sus ojos rojos y saltados se mueven en la sombra, mientras masca bejucos con sus dientes horribles. De noche, en los ríos, en las selvas espesas, en los caminos perdidos, vaga la mujer. Engaña a los hombres: cubierta la cara, se presenta como una muchacha extraviada: “llévame en ancas”, y les da direcciones falsas de su vivienda, hasta perderlos en los montes. Entonces enseña las uñas y deja partir al engañado, carcajeándose de lo lindo, con sus risas estridentes y agudas. Sobre las piedras de los ríos golpea sus "chiches", largas hasta las rodillas, produciendo un ruido como de aplausos. Es la visitante nocturna de los riachuelos y de las pozas hondas, donde a media noche se la puede ver, moviendo sus ojos rojos, columpiada en los mecates gruesos. Hace mucho tiempo que se hizo loca. Tiene un hijo, de quien no se acue