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Mostrando entradas de abril 24, 2012

Al Otro Lado del Mar y Otras Voces; Dramaturgia de Jorgelina Cerritos

Jorgelina Cerritos En Centroamérica la dramaturgia está siendo desterrada progresivamente de los anaqueles, las libreras y librerías. Esto responde al poco interés que existe en los lectores hacia el teatro como literatura, quizás por la calidad de lo que se escribe actualmente o por el constante bombardeo del cine y la televisión. Las editoriales prefieren publicar una novela o un poemario, que les resultará más rentable, antes que una comedia o una tragedia. El teatro se está convirtiendo, entonces, únicamente en un arte escénico, un hecho artístico efímero. Es reconfortante encontrar, pues, dramaturgos y dramaturgas necias, empecinadas en eso de que el teatro también es literatura, que no niegan la necesidad de la escena pero que ven la dramaturgia como la base fundamental del teatro y que generan obras dramáticas que pueden ser montadas o leídas indiscriminadamente. Jorgelina Cerritos es un ejemplo de esas dramaturgas necias y necesarias. Sus dramas han sido reconocido

La Botija

                                                                                (Cuento)                                                                                  Salarrué José Pashaca era un cuerpo tirado en un cuero; el cuero era un cuero tirado en un rancho; el rancho era un rancho tirado en una ladera. Petrona Pulunto era la nana de aquella boca: -¡Hijo: abrí los ojos, ya hasta la color de que los tenés se me olvidó! José Pashaca pujaba, y a lo mucho encogía la pata. -¿Qué quiere mama? -¡Qués nicesario que tioficiés en algo, yastás indio entero! -Agüén!... Algo se regeneró el holgazán: de dormir pasó a estar triste, bostezando. Un día entró Ulogio Isho con un cuenterete. Era un como sapo de piedra, que se había hallado arando. Tenía el sapo un collar de pelotitas y tres hoyos: uno en la cabeza y dos en los ojos. -¡Qué feyo este baboso! -llegó diciendo. Se carcajeaba-; ¡es meramente el tuerto Cande!... y lo dejó, para que jugaran los cipotes de la María Elena. Pero a