(Cuento) Claribel Alegría Cuando Luisa tenía diez años se le ocurrió a su madre que tenía que aprender a jugar tenis. Tres veces por semana, a las cinco de la tarde, iba al parque Modelo, donde se encontraba la única cancha. La acompañaba Carlitos, hijo de los mejores amigos de sus padres y además vecino desde hacía muchos años. Carlitos era bastante mayor que Luisa, comulgaba todos los domingos, era el mejor alumno de su clase y tenía la cara cubierta de granos. Invariablemente antes de salir, la madre de Luisa le decía: "Cuídala mucho, que no olvide la raqueta, acuérdate que es muy ateperatada, y no se entretengan en ninguna parte. A las seis en punto los quiero aquí". Una tarde, después de haber jugado más de una hora, regresaban los dos sudorosos y en silencio, cuando, de pronto, Luisa se detuvo ante una puerta que estaba siempre abierta. Tenía una cortina de cuentas de colores que impedía ver el interi