Ayer cumplió un año de muerto Agustín Farabundo Martí. Queremos dedicar a su memoria estas breves líneas; primero porque fue nuestro amigo y varias veces estuvimos a solas conversando de las cosas del espíritu, cosas que han movido nuestras naves, cada una por su ruta; y segundo, porque Martí, por su calidad de hombre de ideal, de renunciador, de héroe, se merece la admiración de todo hombre bueno, no por sus ideas, sino por su entereza e inegoísmo, para sostenerlas. Agustín era un hombre sencillo, sin vanidad, sin debilidad: Había bajado su testuz, como los toros, y con los ojos cerrados, recio atacaba la sombra que le exasperó, la misma sombra voluminosa que enardeció al soñador Ricardo Alfonso Araujo. El amor de ambos a los sufridores, a los oprimidos, los elevaba a la calidad de padres: Su parcialidad era casi intempestiva y no veía más allá de los engañosos hechos. Creía ingenuamente en la felicidad del pobre y en la infelicidad del rico y todo esfuerzo por demoler, con el ari
Literatura y Cultura Salvadoreña