La cárcel hace
todo lo posible
por doler:
es la húmeda tumba
de los días más solos;
el odio a cuatro muros
sin hiedra
en que se prenda la sonrisa;
es la cruel, muerta mano
que introduce sus múltiples
dedos azules por los poros
para llevarnos su fría suciedad
hasta donde estaría el alma;
es la noche de hierro
que nos cae de pronto;
el pozo sin estrellas
donde se olvida
hasta el olvido,
donde el silencio suena
como un duro tambor
desesperante.
Pero hasta la cárcel
puede llegar
a amarse,
cuando uno tiene
suficiente
corazón...
ROQUE DALTON
FUENTE: Dalton, Roque. (1980). La ventana en el rostro. San Salvador: Editorial Universitaria
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