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Un Pie Aquí y otro Allá: los migrantes y la crisis de la identidad salvadoreña

                                                          Miguel Huezo Mixco

LA ANUNCIADA TORMENTA

Entre la finalización de este ensayo en las navidades de 2008 y el inicio del proceso de su publicación, en abril 2009, a El Salvador han llegado los primeros vientos de la crisis económica mundial. En la cumbre del Foro Económico Mundial para América Latina, en Cancún, Elías Antonio Saca, a la sazón presidente de la república, había advertido que para El Salvador las crisis alimentaria y energética unidas a la desaceleración económica en Estados Unidos constituían una «tormenta perfecta». Esta imagen había sido usada por el político mexicano Manlio Fabio Beltrones. De todas maneras, en El Salvador aquella frase se convirtió en un tópico exitoso repetido por los medios de comunicación y en algunas interpretaciones económicas. La anunciada tormenta, pues, se ha puesto en marcha. Muchos analistas coinciden en decir que El Salvador es más vulnerable frente a este ciclón por el papel central que tienen las remesas en su economía. En un país en donde las aportaciones económicas de los migrantes han representado en promedio alrededor del 18% del Producto Interior Bruto (PIS), las noticias de la recesión económica en Estados Unidos, con su secuela de desempleo, solo pueden ser recibidas con pánico. Las señales recibidas hasta ahora son inequívocas. En los dos primeros meses de 2009 la recaudación de impuestos venía cayendo a un ritmo de 12%, y las remesas familiares a 8.1 %. El país se desliza, como alguno ha dicho, a una era de «vacas flacas». Desde luego, esto no significa que todos en El Salvador hayan vivido un periodo de bonanza, sino simplemente que el salvavidas que mantenía a flote a la economía salvadoreña se ha agujereado. La cultura no estará completamente ajena a estos procesos. La falta de remesas no solo producirá mayor iliquidez financiera, sino que también disminuirá la capacidad de muchas familias para procurarse estudios o una dieta alimenticia; esto, a su vez, incidirá en las relaciones "" familiares y particularmente en las que se tienen con los parientes en Estados Unidos. Si las remesas son, como se sostiene en este texto, expresión de relaciones sociales y emocionales, ¿qué cambios o nuevas conductas podrían esperarse en el mantenimiento y la calidad de los vínculos cuando faltan las remesas? Cuando le formulé esta pregunta por teléfono al etnólogo Pablo Vila, de la Universidad de Temple, Filadelfia, me respondió que no es posible ensayaruna sola respuesta. Si bien los vínculos emocionales entre los salvadoreños en Estados Unidos y El Salvador se establecieron antes que los envíos de dinero -de hecho, son esos lazos culturales los que hacen posible el envío de dinero- es indudable que este juega un papel importante en esas relaciones. La forma que adopten esas relaciones a futuro, en un contexto de crisis, estará en dependencia de cuánto dure la crisis y en cómo se saldrá de ella. Asimismo, el mantenimiento de esos lazos variará en dependencia del tiempo de residir que tenga un determinado migrante en Estados Unidos, o de las razones que este tiene para mandar el dinero. En otros casos, el descenso o la interrupción gradual o abrupta del envío de dinero podrían provocar rupturas o, por el contrario, la emergencia de relaciones de nuevo tipo no mediadas por las remesas. Por otra parte, el mantenimiento de los vínculos dependerá en otra medida de si prospera o no la reforma migratoria anunciada por el presidente Barack Obama, así como de la manera en que el gobierno de Mauricio Funes encare la crisis... Es muy difícil predecir las diferentes estrategias que las personas pondrán en juego para asegurar su sobrevivencia. En definitiva, los estudios sobre la cultura y las migraciones -y no sólo los estudios económicos- tienen por delante nuevos y mayores desafíos. Como se dice en el texto de este ensayo, que se escribió cuando la crisis no mostraba todos sus dientes, aunque el flujo migratorio hacia Estados Unidos encuentre más obstáculos los migrantes ya han transformado al país y algunos de los desafíos que ellos han dejado planteados (respeto a la diversidad cultural, ejercicio de una ciudadanía sustantiva, protección de sus derechos humanos y diseño de políticas públicas que encaren de manera integral el fenómeno migratorio, entre otros) seguirán siendo una demanda prioritaria. Una disminución drástica de las remesas tampoco hará desaparecer de inmediato las maneras de convivir que ya han propiciado los migrantes.
Cuanto más grande y acongojante sea la anunciada tormenta viviremos mayores cambios culturales y sociales. Estos se expresarán en la forma en que busquemos entretenimiento, y en la manera en que nos alimentemos y vistamos. La cultura, sin duda, está llamada a jugar un rol importante ofreciendo alternativas para el esparcimiento, ayudando a reanimar los espacios públicos de la mano de otros actores públicos (ministerios, alcaldías) y privados (empresas, organizaciones de la sociedad civil), propiciando -como escribió Amparo Marroquín en una comunicación privada- «la construcción de vínculos desde lo simbólico». Del mismo modo, la cultura deberá jugar un papel en las actividades económicas a nivel nacional, local y transnacional. La cultura y la economía, la cultura y la política, la cultura y los mercados, la cultura y el derecho, la cultura y el consumo seguirán siendo parejas habituales en la vida del país.


FUENTE: Huezo Mixco, Miguel. (2009). Un pie aquí y otro allá: los migrantes y la crisis de la identidad salvadoreña. San Salvador: Centro Cultural de España en El Salvador.

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