PROLOGO
Yolanda C. Martínez, es la novelista de raza que nos ofrece una vez más, una historia actual, con un grupo de salvadoreños como protagonistas; historia que, superficialmente, podría ser la más común y corriente, pero que bajo la pluma minuciosa de la narradora, adquiere otras proporciones.
Es la vida de Emilia, sus hermanos Andrea y Hugo Carlos, sus padres, sus tías, sus cónyuges y sus hijos. Gente de clase media, originaria de Santa Ana; niños criados en un ambiente pueblerino, lleno de prejuicios sociales y religiosos implantados en un ambiente machista.
Cuidadosamente, página a página, la novelista nos va enfrentando con cada prejuicio:
"- i No quiero ser abogado! iQuiero ser locutor! ... i Dios mío! Su padre casi sufrió un infarto... - ¿Cómo puedes decir eso, Hugo Carlos? Cuántos jóvenes desean ir a la universidad, ser profesionales, y tú sales con eso de ser... locutor. ¿Qué clase de locura es ésa? ¿Cómo se te pudo ocurrir una idea semejante?" (Capítulo II).
“... papá nunca me obligó a casarme con el hijo de su socio. Me convenció de que ese matrimonio era la acción más prudente en ese preciso momento. Ustedes saben... yo estaba a punto de cumplir veintiocho años -demasiados para una ciudad como la nuestra-" (capítulo X).
Pero los prejuicios no son exclusivos de la sociedad salvadoreña; se extienden a la sociedad norteamericana, donde también se desarrolla una parte de la novela.
"- Las cosas que se ven en este país... -se dijo Emilia. -Sin duda son mulatos; pero aquí no existe esa categoría. Según mis hermanos se es blanco o "de color". Es parte de sus prejuicios." (Capítulo VII).
El machismo es un tema recurrente en la narrativa de Yolanda C. Martínez. Casi siempre hay un padre dominante, egoísta, dictatorial. Junto a su figura, vemos sufrir a la madre y a los hijos. Es el mismo cuadro de familia, con ciertas variantes, que aparece en "Corazón ladino" y en "A la Zaga": la injusticia en el trato hacia las mujeres y los niños, porque el hombre hace su voluntad irrazonablemente, respaldado, eso sí, por generaciones de machos.
"Su padre era un mujeriego. Casi todas las secretarias de su despacho terminaban siendo sus amantes por unos pocos meses. Luego, las despedía con la indemnización de rigor... “(capítulo II).
“... era igual a su padre, quien hablaba generalmente diez, veinte y hasta treinta minutos sin permitir que su esposa y sus tres hijos lo interrumpieran; a ellos les correspondía sólo escuchar, y escuchar con atención." (Capítulo V).
"Aquella noche en que volví tan tarde, con el vestido roto y los brazos llenos de moretones, no me dejó explicarle nada. Me dio una terrible paliza, a pesar del llanto de mamá. Casi me mató a golpes. Y en seguida me mandó para acá, para castigarme por el lodo que le llevé a su apellido. No se dignó escucharme." (Capítulo VIII).
La violencia, el suicidio, el asesinato, son también temas que se exponen al lector en diferentes planos. La novela se desarrolla a fines de la década del ochenta, cuando el país vivía una angustiante guerra y un casi permanente estado de sitio. La guerrilla secuestraba, se "tomaba" cuarteles y ciudades, lanzaba sus históricas "ofensivas" y miles de salvadoreños emigraban hacia el gran Norte. De esto también trata la obra. Del sufrimiento de un pueblo dividido, de la guerra que ha separado a millones de personas de sus seres queridos.
La familia de los Ponce de León no es la única que, por diferentes razones, buscó un futuro mejor en las oportunidades que brindan Miami o Nueva York; Hugo Carlos y Andrea no son los únicos salvadoreños casados con extranjeros, cuyos hijos, 'nacidos y criados en los Estados Unidos, son tan americanos como los hijos de americanos, por incómoda que les resulte esta idea a los americanos.
Pero, en suma, ¿de qué trata este libro? Trata de seres humanos, que, como todos, poseen grandes defectos y virtudes. De esa lucha de cada uno por alcanzar un poco de tranquilidad y felicidad, por huir de los fantasmas del pasado y de los temores sobre el futuro. Del amor fraternal.
"Quédate con nosotros", el título de la novela, corresponde a la exhortación de los hermanos que ven en Emilia la raíz que encarna valores, costumbres, tradiciones de la patria lejana; que ven en Emilia los lazos de unidad y armonía familiar. Entiendo, que la autora hace un homenaje a sus hermanos en la vida real, de la mejor forma que sabe hacerla: escribiendo.
Fuente: Martínez, Y. C. (1998). Quédate con nosotros. (1a. Ed.). San Salvador: Clásicos Roxsil.
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