Waldo Chávez Velasco
Matías Romero
Fuente: Chávez Velasco, W. (2002). Fábrica de Sueños. San Salvador: Clásicos Roxsil
¿DÓNDE ESTÁ UBICADA LA "FÁBRICA DE SUEÑOS"?
Es la pregunta que uno se hace después de leer la obra teatral de Waldo Chávez Velasco, "Fábrica de Sueños". ¿Dónde se ubica esta fábrica tan novedosa y que promete ser un negocio redondo en la humanidad? ¿Está esta fábrica en los terrenos de la filosofía? ¿Está más bien dentro de los límites de la psicología psiquiátrica? ¿O quizá incluso toca conceptos que pertenecen a la teología? La inquietud teológica no ha sido nunca ajena a la mente de Waldo Chávez Velasco. Al contrario, ha habido siempre en su producción poética un afán de trascendencia y de espiritualidad. Al Waldo que estuvo en Italia en sus años mozos le conmovía profundamente el ambiente oloroso a Francisco de Asís y se preguntaba si aquello era la poesía de la religión o la religión de la poesía.
La temática de "Fábrica de sueños", aunque su ejecución sea de gran calidad artística, no es poética sino dura- mente filosófica y conmovedoramente psicológica. Está allí el dolor del fracaso y la decepción. Están allí la amargura de la ingratitud, el vacío de la desesperanza, la crueldad del odio y la estupidez del olvido. En el fondo de todo, naturalmente, hay como supuestos esenciales afirmaciones de criptofilosofía. El autor trabaja con la idea del deseo, la cual nos hace remontarnos al budismo y al Bagavadghita. La razón de ser de la vida es el deseo, es decir, el impulso, I'elan, como diría Bergson. Esta es una afirmación metafísica a la cual sigue un problema de carácter psicológico y patológico: que el hombre no sabe definir su deseo. La mayoría de los hombres no saben lo que quieren. Un sueño, para que sea importante, tiene que definirse y precisarse. Y eso es un duro trabajo. El hombre que ha logrado saber con precisión y seguridad lo que quiere está ya camino del éxito y el que no sabe ni él mismo para dónde va... pues no llegará a ninguna parte. Esta es una importantísima tesis filosófica que está entre líneas en "Fábrica de sueños".
La parte teológica de la obra está en que no hay una separación tajante entre el mundo y el trasmundo, entre el más allá y el más acá. El tranquilo regreso de don Carlos, sin dejarse ver, para continuar resolviendo problemas y negocios terrenales, así como el hecho de que al otro lado de la vida, en lo que allí convencionalmente se llama infierno, ha seguido trabajando en negocios parecidos, todo ello está de acuerdo con un nuevo concepto que se está poniendo vigente acerca de la realidad metafísica del más allá. Pero sobre todo llama la atención la interpretación de los tormentos del infierno como un estado en que el alma se lamenta de no haber sido lo que debió ser. Una interpretación muy interesante que no deja de tener su fundamento teológico.
Veamos con más detalle esta interesante teoría del infierno. "El infierno es la frustración, la horrible certeza de que lo inalcanzable estuvo a nuestro lado... Nadie lo molesta a uno cuando ha muerto. Pero cotidianamente, como en una pantalla interior, se proyecta la visión de todos los caminos que nosotros cerramos... “(P. 57-58). ¿No es esto semejante al llanto y al crujir de dientes? ¿Y no arde en la conciencia ese remordimiento como un fuego inextinguible? El ser, el nunca deja de ser, el ser cada vez más: es lo que apetece el ser. Luego el estarse lamentando de lo que se debió ser y no se fue constituye el mayor tormento.
Es el tormento ontológico. Es el infierno metafísico, según "Fábrica de sueños". La vida terrenal, por otra parte, queda, como en la más pura ortodoxia católica, como un período de prueba en el que hay que hacer méritos. El mérito en "Fábrica de sueños" se define también en términos metafísicos como el deber de ser que tiene el ser. El ser tiene el deber de ser. iAy de los seres que no aprecian su existencia y se desperdician en la frivolidad y en la vulgaridad!
Es el tormento ontológico. Es el infierno metafísico, según "Fábrica de sueños". La vida terrenal, por otra parte, queda, como en la más pura ortodoxia católica, como un período de prueba en el que hay que hacer méritos. El mérito en "Fábrica de sueños" se define también en términos metafísicos como el deber de ser que tiene el ser. El ser tiene el deber de ser. iAy de los seres que no aprecian su existencia y se desperdician en la frivolidad y en la vulgaridad!
En el caso de Juan Barrios, que lo abandonaría todo por la felicidad suprema de cometer el deseado delito, se repite el drama de Fausto y en todos los casos llegados a la secretaría de la fábrica se sostiene la tesis de que lo que mantiene el interés de la vida no es la realización de algo sino el deseo de realizarlo, de modo que, al materializarse el anhelo, la vida pierde interés, lo que prueba que las cosas deseadas no son suficientes ni absolutas. El alma vuelve a quedarse vacía, como la de Flora cuando se casó con el hombre que tanto amaba. A un teólogo o un filósofo cristiano esto le estaría indicando que sólo el bien absoluto vale la pena de ser deseado y satisface al alma completamente. Sin embargo en "Fábrica de sueños" no se concluye así. Por el contrario, se llega, al final de la obra, al desenlace nihilista de los orientales que ponen la felicidad en el nirvana u olvido de todo y supresión de toda conciencia. La felicidad es no desear nada, no saber nada, olvidarlo todo, es decir: no ser nada. Con un razonamiento filosófico estricto se objetaría que este final es absurdo. Es absurdo y es contradictorio porque renglones antes se han hecho afirmaciones de gran vitalidad ontológica: la grandeza y la felicidad de dar sin interés, de dar por dar y que en ese prodigarse (bonum est diffusivum sui, el bien tiende a difundirse a sí mismo) está la felicidad...
Este dar y actuar sin apegarse a los resultados de la acción es muy del Bagavadghita y es también muy cristiano. Pero el dar no es necesariamente autodestructivo ni tiene por qué llegar al nirvana del olvido.
Matías Romero
Fuente: Chávez Velasco, W. (2002). Fábrica de Sueños. San Salvador: Clásicos Roxsil
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