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Oralitura de El Salvador: antología de narrativa oral popular


Qué es la oralitura salvadoreña?


  
El término oralitura fue adoptado por una convención de escritores en lenguas indígenas de América, en Temuco, Chile (mayo de 1997), para designar "el tránsito de las expresiones orales a las escritas". "Con este tránsito podremos continuar el diálogo entre el espíritu y el corazón", dijo el poeta mapuche Elicura Chihuailaf, coordinador del encuentro.
Se buscaba "sembrar la semilla del diálogo sobre la base de la fuerza de la palabra que legaron nuestros antepasados". La oralitura prospera sobre todo en aquellos países de América que conservan la riqueza de sus civilizaciones indígenas, como México, Chile, Perú, Guatemala, Paraguay, Ecuador, etc. En El Salvador apenas comienza a desarrollarse: al cobrar conciencia de la plenitud de significación que la literatura oral de nuestros pueblos tiene para la reconstrucción del sentido de la nacionalidad, tanto su lírica como su narrativa,
unos cuantos investigadores del patrimonio cultural y, en particular del patrimonio lingüístico, decidimos convertirla en objeto privilegiado de recopilación, análisis, interpretación y divulgación. La carrera de Licenciatura en Letras, al iniciar en 1996 este trabajo de largo plazo y ardua dedicación, se sumó a unos pocos antropólogos, lingüistas y escritores que han atesorado textos ejemplares de la cultura popular salvadoreña para convertirlos en publicaciones de eso que antes se llamaba, un tanto despectivamente, Folclor, y hoy se denomina más bien literatura oral u oralitura.
En esa línea merecen destacarse los nombres de Leonhard Schultze Jena (alemán), Miguel
Ángel Espino, María de Baratta, Francisco Espinoza, Efraín Melara Méndez, Araceli de
Gutiérrez y Benjamín Palomo. Con la presente antología, el Departamento de Letras
de la Facultad de Ciencias y Humanidades de la Universidad de El Salvador da continuidad a
esa pionera labor mediante un aporte de actualidad y de plausible representatividad: los 52
relatos que aquí entregamos. La oralitura salvadoreña son los mitos, leyendas, pasadas,
milagros, cuentos de animales, lugares encantados, casos de brujería, anécdotas, que
produce el imaginario de nuestras gentes más sencillas al narrar de viva voz esa memoria
colectiva, mediante los cuenteros, representantes genuinos del mestizaje cultural que se
construyó en nuestra tierra al conjugarse la raíz indígena (fundamentalmente nahua y maya)
con la raíz hispana colonial.
También son oralitura los textos líricos o poéticos que dicen nuestras gentes en diversas
ocasiones, sobre todo en los ritos sociales (velorios, celebraciones familiares o comunales,
tertulias nocturnas), tales como bombas, adivinanzas, refranes, oraciones, canciones, coplas,
en fin, formas vérsicas y metafóricas semejantes al poema. Esa rica y reveladora tradición
oral se convierte en oralitura cuando el investigador, seleccionando las mejores muestras,
las da a la imprenta para su divulgación en distintos ámbitos sociales: escolares,
profesionales, artísticos, culturales en general. En nuestro caso, la abundancia y la calidad
de relatos típicos de la memoria ancestral prueban que tenemos un fondo histórico común
con los demás pueblos de Mesoamérica, desde México hasta Costa Rica, por el sustrato
naturalista, mágico, moralizante de las creencias y los valores de nuestros antepasados.

La Siguanaba y la tunca

En una noche de verano me había embolada, me había puesto a riata, estaba desorientado.
Me levanté de goma, hecho trizas, iba a salir a la calle a ver si me conseguía un chichazo,
dije:
- Me voy a echar una mi guacalada de morro, de chicha fuerte.
Llegando a una esquina, yo dije:
- Me voy a encontrar con unos compañeros para que me caiga mejor el chichazo.
Como la luna estaba bien hermosa, me confundí con la hora.
Ya llegando a un poste de luz, cuando dirigí la vista hacia el Norte, voy
viendo que venía una tunca:
- ¡Uf!, ¡uf! ...
- Puta -dije yo-, ya me llevó el Diablo, pero el Señor está conmigo.
Y dice la tunca a la gran mordida. Mi tata me había dicho que en
un caso así de emergencia me sacara el cincho y que le diera tres vueltas
para azotarla, pero la tunca no me daba chance y me saqué el cincho,
digo con ella:
- No, hija de la gran puta, andá a joder a la puta que te parió.

La agarré a vergazos, se fue la tunca haciéndole ¡of!, ¡of!, hacia el Sur, veá.
Me fui con el pelo parado.
Cuando dirigí la vista hacia una cuadra, estaba una mujer con una
bolsa en la mano, tenía un vestido verde y un mantel blanco, dije:
- Ya es de madrugada, ya hay pasajeros esperando buses.
Cosa que fue mentira, eran las doce de la noche; cuando me faltaba
media cuadra para encontrarme con esa mujer, caminé un poquito y se
me pararon los pelos de la cabeza, me entró un escalofrío, cosa que me
quedé parado:
- Esto no es cosa buena -dije yo.
Me vine de regreso de espaldas, veá, volví a ver a media cuadra
donde hay foco, la vi pasar; en un abrir y cerrar de ojos la mujer ya
estaba en la esquina, cuando me dice:
-¡Hey! ¡Hey!
-Comé mierda, hija de la gran puta, vos sos la Siguanaba,
cabrona, anda podé a la puta que te parió, sos mi comadre,
ante Dios, sos mi comadrita y no me hacés nada.
y se quedó parada, luego me vengo otra vez de vuelta, cuando
llegué a la esquina otro bolo igual a mí, me dijo:
- ¿Qué te pasa, CaIín?
-CaIlate -le dije- que la Siguanaba me acaba de asustar.
- Bueno, si te asustó echate un vergazo.
Me dio un trago, después me llevó a comer ticucos a una ticuquería,
cosa que allí amaneció. Compramos otro trago.

Informante: Carlos R.
Municipio: Nahuizalco, Sonsonate


Fuente: Melgar Brizuela, L. (2007). Coordinador. Oralitura de El Salvador. Antología de narrativa oral popular. San Salvador: Instituto de Estudios Históricos, Antropológicos y Arqueológicos.

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