Rafael Menjívar Larín
Fuente: Menjívar Larín, J. (2005). Acumulación Originaria y Desarrollo del Capitalismo en
El Salvador. San Salvador: Editorial Abril Uno.
Rafael Menjivar Larín, mi padre, nació en el barrio La Cruz de Santa Ana el 3 de enero de 1935, el tercer hijo de Alfonso Amado Menjivar Castro, chofer y mecánico, y María del Carmen Larín Choto, ama de casa. Cuando mi padre tenía ocho años, en 1943, el abuelo Alfonso se fue a trabajar al Canal de Panamá como estibador, bajo el régimen de silver roll. A su regreso, en 1945, la familia se trasladó a San Salvador; allí mi padre estudió en la escuela Joaquín Rodezno.
Se costeó los estudios de secundaria trabajando como pesador de café en una hacienda de la localidad de El Congo. Se graduó como contador público en el Instituto El Salvador, y no fue sino hasta los 21 años que logró entrar en la Universidad Nacional, en la carrera de economía y en horario nocturno, mientras trabajaba como cajero en el Banco Agrícola Comercial.
Siete años después, en 1963, recibió su título de doctor en Economía, con especialidad en asuntos agrícolas. Un par de meses más tarde pasó de cajero a decano electo de la Facultad de Economía de la UES; tenía sólo 28 años, y desde hacía varios impartía las cátedras de micro y macroeconomía. En 1962 publicó su primer libro, Apuntes sobre la tenencia de la tierra en El Salvador.
Al terminar su periodo como decano, en 1967, además de impartir sus cátedras -que nunca dejó-, fue gerente general de la UES, y durante 1968 escribió el libro Reforma agraria en Guatemala, Bolivia y Cuba, publicado al año siguiente. En 1969 tomó el único año sabático de su vida. Viajó a Chile, donde realizó una investigación de campo que culminaría con el libro Reforma agraria en Chile, publicado en 1970.
A su regreso a El Salvador fungió como director de Extensión Universitaria, y lanzó su candidatura como rector de la UES. Ganó por amplio margen; en diciembre de 1970, a sus 35 años, fue el rector más joven que haya tenido el alma mater.
En 1971 recibió un doctorado honoris causa de la Universidad del Atlántico, de Barranquilla (Colombia), por méritos académicos. Mientras, desde la rectoría lanzó una serie de medidas para popularizar la educación superior: profundizó el sistema de becas y residencias universitarias, abrió la hasta entonces elitista Facultad de Medicina, creó una tabla de tarifas según el nivel socioeconómico de los estudiantes, lanzó campañas de trabajo voluntario para la mejora de la infraestructura del campus, creó talleres de artes en los centros universitarios y reforzó el pensum de las carreras, incluyendo la contratación de maestros extranjeros.
Las medidas no fueron bien vistas por el gobierno militar y por sectores dominantes, menos aún porque coincidieron con hechos importantes en la vida del país: el surgimiento de los primeros grupos armados, una huelga magisterial, el triunfo electoral de la oposición -arrebatado mediante el fraude- y un intento de golpe de estado.
El 19 de julio de 1972 la Asamblea Legislativa convocó a las autoridades universitarias a su sesión plenaria. Mediante una serie de maniobras legales, que involucraron a la Corte Suprema de Justicia, la Asamblea anunció la destitución de las autoridades basada en una interpretación que invalidaba la ley de autonomía universitaria de 1951. En el momento en que se anunciaba la aprobación del Decreto No. 41, agentes de la Policía Nacional ingresaron en el recinto legislativo y capturaron a mi padre, al secretario general, Miguel Sáenz Varela, y al fiscal, Luis Arévalo. Con lujo de fuerza los trasladaron al Palacio Negro, donde fueron fichados como criminales. Estuvieron "desaparecidos" en los sótanos de la PN hasta la madrugada del día 22, cuando un avión militar los trasladó, junto con doce personas más, a Nicaragua. Incluso antes de que se aprobara el decreto, que sólo tendría vigencia tras su publicación en el Diario Oficial, tanquetas y soldados se dirigieron al campus universitario y lo ocuparon por la fuerza, en una escena que se repetiría a lo largo de los años, hasta 1989.
En Nicaragua estuvieron bajo arresto durante más de dos meses. Vivían en un hotel, en constante vigilancia, y debían presentarse todos los días a firmar a la Guardia Nacional. Gracias a las presiones de las universidades centroamericanas, finalmente fueron trasladados a Costa Rica en octubre de 1972; allí los esperaba otro grupo deuniversitarios exiliados en septiembre anterior.
En San José mi padre y un grupo de académicos de la región planificaron y fundaron, en 1974, la Escuela Centroamericana de Sociología, que ofrecía el grado de maestría. (La escuela aún existe, con un nivel de doctorado.) También trabajó con la Universidad de Costa Rica, con organismos económicos centroamericanos y en 1975 fue secretario interino del Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA).
Ese año el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales le otorgó una beca para obtener un doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México, y en 1976 viajamos a ese país, Por los requerimientos académicos de la UNAM, debió estudiar una maestría antes de acceder al doctorado. Su tesis de maestría fue una primera versión de Acumulación originaria y desarrollo del capitalismo en El Salvador, el libro que el lector tiene entre las manos, escrito entre 1976 y 1977, publicado por el 1980 por EDUCA; la de doctorado, el ensayo Formación y lucha del proletariado industrial salvadoreño, escrito entre 1977 y 1978 Y publicado en 1979. Mientras tanto, junto con el antropólogo Ernesto Richter, los economistas Pablo Castro y Rafael Guidos Véjar, todos ellos salvadoreños, y el politólogo mexicano José María Calderón, fundó el Área Centroamericana del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, que aún existe.
Después de obtener el doctorado en Ciencias Políticas, impartió varias cátedras en la UNAM: economía agrícola, sociología agrícola, teoría del Estado y estudios latinoamericanos, y llegó a ocupar la subdirección del CELA. En ese periodo escribió los libros Crisis del desarrollismo, Ensayos en torno a El Capital y Un enfoque marxista del problema inflacionario, además de artículos para revistas especializadas. En 1980 dejó la UNAM y pasó a ocupar una cátedra de sociología en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Ese año fue nombrado presidente de la Comisión Externa del Frente Democrático Revolucionario de El Salvador.
En 1981 viajó a Francia para realizar trabajo diplomático en Europa, Medio Oriente y el norte de África, a nombre del FDR y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Su trabajo intelectual también se enfocó hacia tareas propias de la guerra, pero no dejó de lado su carrera académica; desde esa época, y casi hasta su muerte, fue profesor visitante de París 8, participó en congresos y foros de pensamiento en Europa e impartió cursos sobre teoría del Estado en Holanda, Suecia, Dinamarca, España, y Estados Unidos.
En abril de 1983, tras renunciar a las FPL y retirarse del trabajo político, fue nombrado secretario académico de FLACSO Latinoamérica y se trasladó a Costa Rica. Además de coordinar y dirigir proyectos de ciencias sociales, comenzó la creación de la sede costarricense de FLACSO, que se concretó a finales de los ochenta. Fue nombrado director, y promovió la creación de otras sedes en la región, como la de El Salvador (junto con el economista Héctor Dada Hirezi), Guatemala, Honduras, República Dominicana y Cuba.
Durante su gestión, FLACSO Costa Rica publicó cerca de setenta libros con investigaciones acerca de desigualdad, género, pobreza, distritos industriales e historia reciente, además de una primera Enciclopedia Centroamericana; un centenar de cuadernos de investigación y discusión y dos revistas con varias decenas de números cada una. Él mismo dirigió investigaciones, publicadas en unos quince libros, en colaboración con otros académicos de la región.
En 1998 dejó FLACSO y decidió retirarse para trabajar en proyectos personales, pendientes desde hacía varios años. Aun así, aceptó la dirección de un programa de la Organización Internacional del Trabajo, para la que había realizado una base de datos sobre movimientos laborales en Centroamérica durante los primeros meses de su "retiro". No alcanzó a ocupar durante mucho tiempo el que sería el último trabajo de su vida; en 1999 fue operado de cáncer y falleció un año después, el 7 de agosto de 2000.
A finales de 2000 la Asamblea Legislativa le otorgó un reconocimiento póstumo como "economista y politólogo distinguido". Acepté el homenaje ante el pleno, a nombre de la familia, como una petición de disculpas de la institución por los hechos de 1972.
LA ACADEMIA Y LA VIDA
Para Rafael Menjívar Larín, mi padre, la academia era mucho más que un modo de ganarse la vida: era un modo de hacerla. Siempre enfocó su trabajo, incluso el teórico, hacia las necesidades de su país. Además de su quehacer académico, estuvo ligado como militante a varios movimientos políticos y sociales. Por ejemplo, aunque no perteneció al Partido Comunista Salvadoreño, en 1962 se integró al Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), el primer movimiento político que se planteó la lucha armada en El Salvador. El FUAR no pasó de ser un grupo de propaganda: entrenaban con palos, hacían pintas en el centro de la ciudad (varios militantes cayeron presos y fueron exiliados por ello) y no se llegó a trazar un plan de acción. Mi padre se retiró cuando ya había sido electo como decano de Economía.
En 1967, como vicepresidente del Partido de Acción Renovadora, participó en la campaña electoral que llevó a Fabio Castillo como candidato a la Presidencia de la República. No había posibilidades de ganar, y no era el caso; su orgullo fue que, por primera vez en la historia salvadoreña, un partido político presentó un programa de gobierno, que incluía una reforma agraria, el tema que venía trabajando desde 1960 o 1961, Y en el que profundizaría en los años siguientes, como ya se mencionó.
Según documentos encontrados en su archivo, comenzó a militar .en 1975 en las Fuerzas Populares de Liberación "Farabundo Martí". Nominalmente era miembro de la Comisión de Finanzas y asesor del Comando Central; en realidad trabajaba directamente con Salvador Cayetano Carpio, dirigente obrero histórico y a la postre comandante en jefe de las FPL. Visto desde esa perspectiva, este libro y los demás que escribió en el mismo periodo tienen un sentido especial: fueron, para él, un modo no sólo de tipificar la formación social salvadoreña, sino también de encontrar sus raíces históricas y ponerlas en perspectiva con miras a objetivos concretos.
Uno de los grandes aportes de este libro, visto un cuarto de siglo después de su primera edición, es precisamente su valor para el establecimiento de una historia social del país. En él se sistematiza información dispersa y se da coherencia a muchos puntos que antes no se habían relacionado, lo que lleva también a una mejor comprensión de los fenómenos políticos y económicos del último siglo y medio, si no más. Cabría destacar, aunque no es mi papel, el manejo fluido y audaz de la metodología, y su constante cotejo con los datos "duros". Para mi padre había algo más importante que eso: el hecho de que este libro y los siguientes pudieran ayudar al trazo de una mejor estrategia para el movimiento popular. Era su motivación principal, y de allí la seriedad de sus esfuerzos y la vigencia de sus interpretaciones.
En 1980 enfrentó varios esfuerzos al mismo tiempo. Aunque era militante de la organización más radical de la guerra, gozaba de gran credibilidad en diferentes ámbitos, y se movía con fluidez entre personajes de todas las ideologías. Trabajó con dirigentes políticos, gremiales, profesionales y religiosos en la elaboración de lo que se llamó Gobierno Democrático Revolucionario, que debía instrumentarse en caso de que el movimiento popular tomara el poder, como se tenía previsto. También, como presidente de la Comisión Externa del FDR, dirigió un equipo diplomático que trabajó en Europa, América Latina, Medio Oriente y Estados Unidos para el reconocimiento del FMLN como fuerza beligerante. Sus esfuerzos se vieron coronados con la firma del Acuerdo México-Francia de septiembre de 1981, que concibió y comenzó a negociar desde 1979.
El 12 de abril de 1983 se suicidó, en Managua, Salvador Cayetano Carpio, en medio de una serie de pugnas por el poder en la cúpula de las FPL y del FMLN. Había trabado amistad con él en 1967, cuando formó parte de una comisión universitaria que habló con el dirigente panadero para que abandonara la huelga de hambre que realizaba para exigir el respeto a los acuerdos logrados durante la huelga general de ese mismo año. Por uno de esos azares que nunca lo son, Tula Alvarenga, esposa de Cayetano Carpio y dirigente de los trabajadores de la industria de las bebidas gaseosas, vivía por allí de 1945 o 1946 en uno de los mesones en los que vivió mi padre, y las circunstancias hicieron se integrara a la familia Menjívar Larín. La muerte de Carpio no sólo significó para él la muerte de un proyecto, sino también la de un amigo entrañable y cercano, con quien compartía origen e ideales. Aun así, y aunque nunca regresó a El Salvador, el amor por su país pudo más que el pesimismo y siempre, en lo que hizo, hubo la esperanza de un lugar mejor para su gente.
Acumulación originaria y desarrollo del capitalismo en El Salvador sigue siendo una guía necesaria, casi obligatoria, para quienes intenten adentrarse en la historia, los procesos económicos y los movimientos sociales en el país. Lo digo con cariño y orgullo de hijo, pero también con la admiración de un salvadoreño que trata de no olvidar quién es, ni de dónde viene.
Rafael Menjivar Ochoa.
San Salvador, abril de 2005.
Fuente: Menjívar Larín, J. (2005). Acumulación Originaria y Desarrollo del Capitalismo en
El Salvador. San Salvador: Editorial Abril Uno.
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