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Narrativa Salvadoreña, Antología








 Narrativa salvadoreña , antología , presenta un panorama que abarca varios siglos de tradición literaria. Pensada para jóvenes, con ella conviven textos de los autores más importantes con las nuevas propuestas y estilos de una literatura que se nos muestra en constante cambio y renovación.


A MANERA DE PRÓLOGO

Hace unos días conocí la antología del cuento salvadoreño que ha preparado Alfaguara. Recibí el libro con interés, lleno de curiosidad, y con el ánimo con que recibo casi cada libro que leo estos días, como si no hubiese nada más importante que leerlo para aprender. Cuando se es escritor suele ser así, al menos cuando se es un autor en proceso de aprendizaje: uno lee para saber cómo lo han hecho los otros, de qué manera resolvieron esto o aquello, qué contaron y qué dejaron de contar, de tal forma que los otros escritores se vuelven muchas veces maestros. Eso no está mal. Sin embargo, con este libro me pasó que, a medida en que fui pasando las páginas, ese interés se extinguió. Fue como si el hombre serio que habita en mí desapareciera y diera paso al muchacho de 15 o 16 años que fui alguna vez, ese que solo leía por emoción, por curiosidad, por pasar un buen rato. Y entonces me pasé una larga tarde disfrutando estos cuentos maravillosos, yendo del San Salvador de principios de siglo a la tragedia de un astronauta o de la guerra civil de los ochenta a los rumores de guerra de un reino mágico situado en una tierra inventada y desconocida. Cada cuento era una puerta que invitaba a entrar y conocer. Dejarse llevar por esa sensación me hizo recordar, otra vez, que la literatura es una diversión. Que leer un libro, una novela, unos cuentos, no es solo una tarea del colegio, no es solo un acto académico, no es solo una obligación, sino que es, sobre todo, una manera de conocer este y otros mundos, de viajar, de emocionarse, de morirse de miedo, de participar en una lucha, de descubrir un misterio, de soñar; en definitiva, de pasársela bien. Es cierto que un libro también puede ser lo otro, lo académico, pero también eso es interesante. 
A medida que avanzaba por estas páginas, sin serlo, este libro era como una radiografía de la historia.
Los escritores, aunque no se lo propongan, dan cuenta de la época en que viven. Por ello, leer una antología como esta, que da cuenta de más de un siglo de literatura salvadoreña, es también aprender sobre aquello que hemos sido, qué sentíamos, qué comíamos, de qué temas hablábamos, qué nos hacía sufrir o soñar en 1930, en 1960 o en 2011. Hemos cambiado nuestra manera de ver el mundo, nuestra manera de interpretar la realidad a la que nos enfrentamos, y esos cambios, sin duda, pueden rastrearse a través de lo expresado en estos cuentos. Desde lo más costumbrista hasta lo más futurista, todo ello está plasmado a lo largo de este puñado de páginas. Hubo algo más que me ha llamado muchísimo la atención: la diversidad temática. Casi siempre tenemos un prejuicio: cuando se habla de literatura salvadoreña, se tiende a pensar que es monotemática o que está muy cerca de ello. En los años ochenta y noventa todos hablaban de la guerra. Antes que eso, nuestra literatura era costumbrista. Pero nada más lejos de la verdad que esas apreciaciones. Es sorprendente la diversidad temática de nuestros escritores, casi tanto como la pericia técnica, el talento, la imaginación. Crónica, género negro, fantasía, ciencia ficción, costumbrismo, humor, surrealismo y un largo etcétera. La narrativa salvadoreña es una enorme olla puesta al fuego con tantos ingredientes que resulta difícil contarlos. Esa diversidad halla su nicho en esta antología, que es un muestrario estupendo.
Es cierto que podríamos pensar, al leerla, que está incompleta, que faltan autores, que quizá sobran algunos, pero sin duda toda antología está incompleta. Esto es así por diversas razones: el gusto de los antologadores, la intención temática, el público a quien va dirigido el libro, e incluso factores extraliterarios pueden llegar afectar la composición de la misma.
Pese a ello, no podemos obviar que este libro es una magnífica muestra de nuestra tradición narrativa, un mapa que nos lleva, a través de las épocas, a conocer lo que aquí se ha contado y se seguirá contando.

                                                                                               Jorge Galán





 EL CUTO

Francisco Andrés Escobar
"Aquí están los zapatos todos desmotolados, mirá Cuto. ¿Por cuánto me les zurcís la capellada y me les ponés tapitas? (...) Pero dejalos arrechitos, que si no, no te doy ni pura estaca. ( ... ) [Qué campas, niño! A la capital se los mandé a comprar. Pero como ya ves que solo retozando pasa. Desde que se los encaramó, dijo a correr con ellos: que a la escuela, que al parque, que a la estación, que a la finca de la Úrsula. ¡Jesús de mi alma. Como que no hubiera tenido otros! ( ... ) [Diez pesos di por el par, no fregués! ( ... ) [En el tal calzado Don Juan, allá al otro lado de la Avenida! ( ... ) Niño, la Avenida; la que tiene aquellos dos liones y aquellas línias de estatuas. ( ... ) ¿Y dónde se los iba a comprar? ¿Vos eres que le gustan de cualquier parte? Se le metió que de allí los quería. Y todo porque le vio unos parecidos al hijo del doctor. Y como lo que hace el mico hace el mono... Pues se los tuve que mandar a comprar. Dos veces fue la pobre María a la capi. La primera vez no los quiso, dijo que burros no, que zapatillas. Y cuando le trajo las mentadas zapatillas, como es tan contumelioso se le zampó que no las quería negras, sino cafés. ¿Cómo iba a ir la pobre mujer a devolverlas otra vez? 
(...) Ah, le ofrecí riata y tuvo que topar. ( ... ) ¡Qué le vaya andar pegando! Te aseguro que cuando lo he cinchaciado, me ha dolido más a mí que a él. ( ... ) ¿Y no ves que es el único ñeto? Además, tan fregada que es la vida y moronguiarlo a cada rato... Mirá, si cuando le hablo golpeado es para no dejármelo encaramar, porque eso sí: como todo cipote, vos le das la mano y ya sabés. Y mirá, cambiando de tema. ¿Cómo saliste con lo de tu mujer? (...) Es que, Cuto, yo no es que me quiera meter en tu vida; pero a vos ella no te convenía. Fíjate, cuando echaba pupusas, vos a buena madrugada, ya andabas jalándole los tiliches. Después, que a acarrear agua, que a llevar los monos al kínder, que a comprar el chicharrón y el queso, que a moler el mais al molino... ¡Y la muy sinvergüenza se va y te deja con todo y bichos, por irse siguiendo al de los carros locos aquel! ( ... ) ¡Imaginate. Todavía le fuiste a llorar a la pensión donde el baboso la tenía zampada! ( ... ) Y fue ese aire que agarraste por haberte ido tan de mañana a la capital lo que te tiene con soco. [Vaya, fijate. Ni manejar el alicate podés, de tanto que te tiembla la mano! ¿Qué has andado chupando? (...) ¡No seás tonto, hombre! Mujeres sobran. Y vos no sos tan feyo que se diga. [Tampoco te creás que sos la mar y sus conchas! Además tenés tu oficio. ( ... ) ¿Y cómo estás haciendo con los cipotes? (...) [Vaya, por lo menos tenés a tu mamá que te los cuida! Pobre Chenta. Ya terminó con sus hijos y ahora va con los fieros. [Porque tu hermana le ha ido a endilgar como tres! ( ... ) ¿Y qué tal le va con la venta de cuajada? ( ... ) [Si eso da, niño. Eso da! Mirá, con tres tortillas, unas dos cuajadas y un guacal de café, uno ya hace el tiempo de comida. ¡Con lo caro que está todo, la gente busca lo que más llena y es más barato! (...) En esto tenés razón, si no la tuvieras a ella, no podrías salir a trabajar. Así que agradecele. No vayás a ser como esos que les ponen carga y carga en el lomo a las pobres nanas, y a la hora de las horas no les dan ni para chicharrones. ( ... ) ¡Y allá viene mi shule, vos! Si te pregunta por los zapatos, dale la coba de que hasta mañana van a estar. Así se termina de acabar esos viejos que anda. ( ... ) ¿Y usté de dónde viene, muchachito? (...) ¡Vaya, salude a Felipe! (...) ¡Se llama Felipe, no Cuto! Y vaya a cambiarse que mire cómo viene. ( ... ) Perate, Cutío, mientras echás la gota gorda, te voy a ir a traer un tu pedazo de semita, para que te ernparejés".

Fuente: Narrativa salvadoreña, antología. (2011).  San Salvador, El Salvador: Santillana. 


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