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Apreciación Sociológica de la Independencia Salvadoreña


                                                   Alejandro Dagoberto Marroquín

                             NOTA INTRODUCTORIA

A fines de 1811, San Salvador es un hervidero. La gente sale a las calles, los rumores circulan por todos lados y los funcionarios reciben amenazas. Todo eso ocurre durante la primera insurrección patriótica en el Reino de Guatemala. «Se han tejido una serie de leyendas y fábulas que, aureoladas con el prestigio de una pretendida tradición, tratan de presentarnos el movimiento del 5 de noviembre como la obra perfectamente planificada de los eximios patriotas Delgado, Arce, Lara, etc.», dice Alejandro Dagoberto Marroquín. Con ese antecedente, Marroquín busca una interpretación diferente de 1811 y de todo el proceso salvadoreño de independencia. Y la consigue. El enfoque sociológico de inspiración marxista sirve de marco para elaborar un panorama novedoso de la emancipación política.
Apreciación sociológica de la Independencia salvadoreña se publica en 1964. Entonces, como su autor señala, la historiografía en el país se encuentra dominada por versiones legendarias. Marroquín toma un camino inédito y presenta, como el título indica, un panorama sociológico de los movimientos patrióticos. Por esa vía llega a nuevas explicaciones que si bien aparecen con excesos de esquematismo, contribuyen a comprender aspectos fundamentales de la emancipación. Los hechos políticos salen del esquema cronológico para insertarse en un marco social que ayuda a aclararlos.
Dos declaraciones, una independencia. La independencia es «un proceso revolucionario que se inicia en 1811 y culmina en 1821 ». Con esa frase abre Marroquín la Apreciación. Cuando los habitantes de San Salvador asisten a los tribunales para declarar sobre 1811 y 1814 no vacilan en identificar los sucesos del 5 de noviembre como «la primera revolución». Ellos saben que el movimiento es un desafío a, un orden de 300 años. Cuando se produce el rompimiento del 15 de septiembre hay pocos cambios sociales, como Marroquín indica, pero se registra una mutación política de grandes proporciones.
¿Cómo llamar al derrumbe de un sistema de larga duración?
Si el proceso comienza en 1811, ¿cuándo termina? ¿En 1821 ó 1823? Para Marroquín, 1821 es el año final. El 15 de septiembre, los líderes reunidos en Guatemala toman acuerdos contradictorios. Un congreso futuro debe decidir sobre el nuevo Estado y, al mismo tiempo, el jefe político debe jurar la Independencia. Dos años después el panorama es diferente. En ese par de años se produce el frustrado intento de anexión al imperio mexicano. San Salvador resiste con las armas, la diplomacia y con maniobras de todo tipo. Al final, los bandos dé la Independencia se han decantado. Los representantes centroamericanos, reunidos en asamblea, acuerdan sin rodeos la independencia de España y de cualquier otro gobierno el 1 de julio de 1823. Entonces se cierra la etapa política abierta el 5 de noviembre de 1811.

El imperio de la crisis

En la Apreciación hay un resumen esclarecedor de la precariedad del gobierno colonial durante su último periodo. Los fondos escasean y no hay a dónde echar mano para hacer frente a las dificultades. Centroamérica vive bajo una crisis y su principal producto de exportación, el añil, está embodegado porque no puede salir al mercado exterior. A la par de la crisis económica se presenta la política, como consecuencia de la debacle de la familia real y de la ocupación de las tropas francesas en el territorio español.
La crisis golpea a la Intendencia de San Salvador. La provincia presenta más cohesión que otras por el predominio del mestizaje y la considerable presencia de los agricultores añileros.
La circunstancia -dice Marroquín- «de que en esta provincia fueran los criollos, en su mayoría, grandes propietarios añileros y de ser además, el añil el artículo fundamental de exportación hizo que fuera San Salvador el núcleo central del descontento de la lucha contra las metrópolis por ser allí, precisamente, donde con más agudeza se sentían los nocivos efectos de la equivocada política económica de España».
La Intendencia de San Salvador es una zona añilera. No sólo están los grandes productores que Marroquín menciona, sino también y, en mayor cantidad, los pequeños, llamados «poquiteros»  y los dos grupos se encuentran arruinados por la crisis y con los ánimos dispuestos al cambio.

Grupos sociales y corrientes políticas

El análisis de Marroquín sobre las agrupaciones en la sociedad centroamericana parte de un punto central: «las clases sociales durante la colonia se presentan ocultas bajo las formas de categorías étnicas». Cinco grandes estratos intervienen en la vida cotidiana y las luchas políticas: españoles, criollos, mestizos, mulatos e indios. Marroquín agrega subdivisiones en las cinco agrupaciones principales. Si pueden ser útiles para una apreciación sociológica, aportan poco al análisis de las luchas políticas de la época. Además, la atribución de una invariable modalidad de acción a cada estrato aparece como un exceso. En especial durante la segunda parte del libro, criollos y mestizos tienen adjetivos estáticos. Los primeros son «reformistas» y reclaman un régimen monárquico constitucional, mientras los segundos son «revolucionarios» y abogan por la independencia absoluta. Y bajo esa óptica aparecen las insurrecciones de 1811 y 1814.
Sin embargo, criollos y mestizos aparecen moviéndose bajo el influjo de diferentes corrientes políticas en las acciones que libran contra el sistema colonial. Estas se extienden a través de las redes coloniales de organización social y tienden a tomar fuerza conforme evolucionan los acontecimientos. En 1811, el proyecto de la monarquía constitucional tiene seguidores en San Salvador. Existen suficientes indicios para suponer que también existe otra corriente más radical, pero con un respaldo minoritario. Por otro lado, la lucha que se libra no tiene antecedentes, es una experiencia primeriza y oscilante. Sus protagonistas actúan con tanteos y vacilaciones, como en los sucesos de 1811. Esas condiciones aparecen en la proclama que se redacta para dar cuenta de la insurrección. El documento es un testimonio de los hechos, así como de las diferencias que hay entre las corrientes. Marroquín destaca las partes del acta que se refieren al rol apaciguador de los líderes criollos y sus declaraciones de fidelidad a la Corona. A partir de ese análisis postula que ellos son apaciguadores, mientras los mestizos quieren la independencia. Pero en otras ciudades de América, la rebelión también se desata invocando el nombre de Fernando VII.
El bando patriótico de San Salvador no es uniforme, una corriente quiere moderación y otra busca ampliar el desafío, pero así como hay criollos radicales, hay mestizos moderados.
Además, en San Salvador, cuando se redacta el documento todavía no se conoce la reacción del Capitán General en Guatemala ni de las otras ciudades de la Intendencia.
Durante los días de noviembre, los dos grupos participan en la insurrección. Después de destituir al jefe de gobierno, a lo largo de un mes, sostienen agudos debates sobre los pasos siguientes del movimiento. Al final, una corriente esperanzada con la monarquía constitucional obtiene un triunfo parcial, pero notable. Con la colaboración del ayuntamiento de Guatemala logra que el capitán general José Bustamante apruebe una nueva modalidad de gobierno para la ciudad, a la que llama «sistema de conciliación prudencial».
El 3 de diciembre entran a San Salvador los nuevos gobernantes: José Aycinena y José María Peinado. El primero es miembro de una familia principal de Guatemala, la única que posee un título de nobleza, y el segundo es un líder intelectual de los criollos. «Así terminó el hermoso movimiento popular de noviembre de 1811, frustrado por la intervención criolla», comenta Marroquín. La conclusión se ajusta a su esquema, pero se queda corta ante la compleja evolución política y el desenlace del movimiento. El desenlace de 1811 es excepcional y se inscribe dentro de las expectativas despertadas en Centroamérica por la asamblea constitucional reunida en Cádiz: De acuerdo con los testimonios presentados en los juicios que después se siguen contra los implicados, San Salvador es un hervidero político en noviembre. Durante un mes hay debates encendidos que libran, al menos, dos corrientes: una autónoma constitucionalista y otra más proclive a la independencia. Una y otra cambian sus posiciones de acuerdo a como se presentan los acontecimientos. La independencia absoluta todavía no es la bandera indiscutible de los criollos ni los mestizos. Menos cuando se conoce la actitud contraria de otras ciudades, como San Vicente y San Miguel. Entonces hay vacilación y gana terreno la primera corriente, inclinada por forjar un acuerdo con las autoridades de Guatemala. Logran el acuerdo que es una novedad en el Reino centroamericano.
A San Salvador llegan Aycinena y Peinado como gobernantes. El primero tiene intereses comerciales y agrícolas en la Intendencia que son conflictivos con los de los productores salvadoreños. Al mismo tiempo forma parte de la corriente constitucionalista. En cambio, el segundo es el autor de las Instrucciones elaboradas por el ayuntamiento de Guatemala para sus representantes en España. Esas Instrucciones constituyen un manifiesto fundacional de la corriente constitucionalista. Para Bustamante son odiosas, mientras que para buena parte de los primeros líderes de los movimientos patrióticos son una esperanza y un grito de denuncia contra el despotismo. Con Aycinena y Peinado, San Salvador se convierte en el lugar de un experimento político negociado.
Dos años después, en enero de 1814, colapsa el experimento político, a raíz de la segunda insurrección, y pierde fuerza el proyecto de la monarquía constitucional. Resulta significativo que el jefe de la Intendencia en el momento de la insurrección es, precisamente, Peinado. Las limitaciones de su proyecto quedan a la vista, mas no por la procedencia criolla de Peinado, sino por el proyecto mismo. A partir de entonces crecen los seguidores de la independencia absoluta.

Rompimiento sin independencia.

 Alejandro Dagoberto Marroquín destaca dos aspectos de la Intendencia de San Salvador. Uno es el mestizaje; al final de la colonia, dice: «la provincia de San Salvador se convierte en una unidad demográfica predominante mestiza». Otro es la cohesión alrededor de los intereses añileros; ésta es de tal fuerza «que las diferencias entre nobles, criollos y peninsulares quedaban amortiguadas». Por los juicios posteriores contra los patriotas es posible advertir un hecho más: la cohesión anterior permite una vinculación estrecha entre los sacerdotes y los jefes mestizos de las organizaciones en los barrios. Con esos factores, la ciudad se convierte en un baluarte de las ideas progresistas. Sin embargo, luego de 1814, viene el repliegue a partir de la reacción represiva, alentada por la derogatoria de la Constitución de Cádiz.
En 1820, se restituye la Constitución en España, y América Central vuelve a vivir bajo su mandato. En ese ambiente hay debates abiertos, expuestos en las páginas de El Editor Constitucional y El Amigo de la Patria. Con España en una nueva ola liberal y con la expansión insurgente en México, crece la corriente centroamericana de la independencia. Como Marroquin señala, el Plan de Iguala que se acuerda en México cambia el panorama regional. El Plan declara la independencia, otorga garantías al clero y a los españoles y postula un gobierno monárquico. Con las noticias del Plan, «los elementos monárquicos y absolutistas se entusiasmaron; consideraban el Plan como una muestra de genial habilidad política», dice Marroquín.
El autor resume la Declaración de Independencia con una frase contundente: «las colonias no eran más colonias, pero tampoco lograban emancipación política». Para Marroquín, el juramento de las autoridades es el sello que consuma la independencia. «Así se interpretó el Acta del 15 de septiembre en las provincias, en donde se le tomó como la solemne declaratoria de la emancipación del yugo español», dice. Sin embargo, a la luz de los acontecimientos que siguen la Declaración del 15 de septiembre rompe con España, pero no consuma la independencia. En San Salvador, el acuerdo del 15 se toma como la independencia, pero en otras ciudades no ocurre lo mismo. Al contrario, el dilema siguiente es anexión a México o independencia. Es hasta 1823 cuando se forja el capítulo definitivo. El 1 de julio se reúnen en Guatemala los representantes de las provincias centroamericanas y emiten una declaración que ya no tiene vuelta atrás. A continuación vienen los conflictos alrededor de la organización del nuevo Estado. El Congreso reunido en Guatemala proclama la constitución de Centro América. Nunca se consolida y, en su lugar, nacen los cinco Estados nacionales. En la parte final de la Apreciación aparece un balance de la colonia y una enumeración de causas de la ruptura del pacto federal. Ambos apartados contribuyen a la comprensión el conflictivo panorama político posterior a la independencia. Como Marroquín hace ver, el sistema colonial «fue crisol en donde se forjó Centro América como unidad política y en donde se cohesionaron las diversas provincias». Al mismo tiempo, aquel régimen no procuró la unidad nacional, sino que «fomenta los localismos». El localismo y el separatismo triunfan sobre el proyecto federal y determinan la formación de los Estados. La independencia es un largo proceso que comienza en 1811 y culmina en 1823. A la par crece la formación de los nuevos Estados, los cuales surgen del fracaso del nuevo Estado centroamericano. La Apreciación sociológica de la independencia salvadoreña no analiza los conflictos posteriores a la independencia, aplica con esquematismo su propuesta para interpretar las luchas políticas y reduce los bandos en conflicto a agrupaciones casi estáticas. Sin embargo tiene aportes que la convierten en una obra imprescindible. Es el resultado de un trabajo pionero de la investigación social y presenta un panorama que, sin lugar a dudas, contribuye a la comprensión del largo proceso de independencia. La Apreciación es un legado notable para el estudio de la organización social salvadoreña y del movimiento patriótico. Tiene además el mérito de ofrecer una de las primeras interpretaciones consistentes sobre los conflictos y contradicciones que sacuden a los actores de la independencia. El esfuerzo de Alejandro Dagoberto Marroquín representa un gran avance de las investigaciones salvadoreñas.
Alejandro Dagoberto Marroquín obtiene el doctorado en Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador. También realiza estudios universitarios en Uruguay. Al ser expulsado del país, luego de recibir su doctorado, se radica en México. Allá se desempeña como profesor en el Instituto Politécnico y en la Escuela Nacional de Antropología. Al regresar al país labora como catedrático en la Universidad de El Salvador e impulsa la investigación social. Entre sus obras destaca Panchimalco (1959).

ROBERTO TURCIOS
ABRIL,
2000


Fuente: Marroquín, A. D. (2000). Apreciación sociológica de la independencia Salvadoreña. (2ª. Ed.).  San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos

Comentarios

Unknown ha dicho que…
donde puedo encontrar ese libro en pdf

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